Se avecina una nueva ola de calor y hay que buscar la protección de la sombra de los pinares que se extienden en torno a Valsaín. Echamos a caminar desde la Pradera de Navalhorno y nos salió una ruta casi circular, en el sentido de las agujas del reloj, de 15,5 kilómetros de longitud y 600 metros de desnivel. En el recorrido pasamos junto a un para de fuentes que los vecinos de la zona, entre ellos Conrado Martín, han rehabilitado y señalizado con mimo: la fuente de las Tres Varas o de la Peña de los Acebos, a la subida, y la fuente de las Cruz de Alastas o de Abastas, a la bajada.
En la subida, que hicimos a ritmo bastante pachanguero, bordeamos el cerro del Moño de la Tía Andrea y más o menos a mitad de ruta, nos sentamos a comer en la hierba, bajo unos espigados pinos.
En la parte final de la bajada nos acercamos primero hasta la Cueva del Monje, que es una especie de dolmen natural, formado por varios canchos de gran tamaño. Luego subimos al cerro del Puerco, donde pueden contemplarse los restos de búnkeres y nidos de ametralladora de la guerra civil. Pese a su modesta altura, ofrece unas vistas formidables del anfiteatro montañoso que forman Peñalara, los Siete Picos, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta.
Mientras tomábamos algo en la Pradera de Navalhorno, pasó por allí una furgoneta anunciando melones de Tomelloso, dulces como el caramelo. Algunos se levantaron y picaron.
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