Nuestro plan para el día de hoy era dar un paseo después de hacer la visita a los yacimientos arqueológicos de Pinilla del Valle pero, oigan, es que el tiempo no acompañaba. Eran como las doce y media, y tocaba ahora lluvia. ¿Qué podíamos hacer en circunstancias tan adversas? Pues esperar.
Primero entramos a un bar de Pinilla a tomar una ronda y luego, viendo que las perspectivas no mejoran, nos sentamos a comer de nuestras vituallas bajo un porche con bancos de piedra que hay también en el pueblo. Para entonces hemos ya hablado de varias alternativas para dar el paseo.
Esto no acaba de levantar, oigan, y una cierta pereza y un cierto abandono empiezan a cundir en el grupo. Decidimos movernos para no echar raíces e irnos a Lozoya. Allí volvemos a entrar en otro bar y a sentarnos en una mesa. Nadie da ya un duro por el plan de dar un paseo.
Dan las seis de la tarde y decidimos salir fuera con idea de marchar ya para casa y despedirnos. No sé muy bien como ocurrió pero alguien, un incendiario sin duda, comentó que había dejado de llover, que el cielo tenía ahora mejor pinta y que era pena retirarnos sin haber estirado un poco las piernas. El entusiasmo perdido brotó de nuevo.
Dicho y hecho, decidimos acercarnos hasta el apeadero de tren de Gargantilla de Lozoya para cruzar las vías y caminar desde allí hasta el Tercio de Santiago, un paraje hoy olvidado del valle del Lozoya, en el que hace más de cinco siglos tuvo lugar un hecho histórico que sacudió los cimientos del Reino de Castilla.
La aproximación se hace entre encinares. En algo más de media hora llegamos al Tercio de Santiago, un lugar en el que se levantan la ermita de Santiago, que se halla en ruinas, y el cementerio antiguo de Gargantilla. En este entorno se fundó en época medieval, tras la reconquista, el poblado de Santiago, asentándose en él colonos provenientes del norte de la península, principalmente de Segovia y de Navarra.
Y llega el momento de la historia. En 1470 tuvo lugar aquí una ceremonia muy pomposa, los desposorios, por poderes, de la princesa Juana, hija del rey castellano Enrique IV, con el Duque de Guyena, hermano del rey francés Luis XI. Al lugar acudieron, por un lado, Enrique IV y la embajada francesa, que habían pernoctado la víspera en la cartuja de El Paular, y, por otro, la niña Juana, con su séquito, procedentes del castillo de Buitrago.
No solo eso. Además, Enrique IV, presionado por un sector de la nobleza castellana, desheredó a su hermana Isabel (la futura Isabel la Católica) y nombró sucesora al trono a su hija Juana, la llamada peyorativamente la Beltraneja. Con esta decisión, Enrique IV dejaba sin vigor lo pactado dos años antes en los Toros de Guisando. Luego, como saben, se volvería a dar la vuelta al calcetín.
La aproximación se hace entre encinares. En algo más de media hora llegamos al Tercio de Santiago, un lugar en el que se levantan la ermita de Santiago, que se halla en ruinas, y el cementerio antiguo de Gargantilla. En este entorno se fundó en época medieval, tras la reconquista, el poblado de Santiago, asentándose en él colonos provenientes del norte de la península, principalmente de Segovia y de Navarra.
Y llega el momento de la historia. En 1470 tuvo lugar aquí una ceremonia muy pomposa, los desposorios, por poderes, de la princesa Juana, hija del rey castellano Enrique IV, con el Duque de Guyena, hermano del rey francés Luis XI. Al lugar acudieron, por un lado, Enrique IV y la embajada francesa, que habían pernoctado la víspera en la cartuja de El Paular, y, por otro, la niña Juana, con su séquito, procedentes del castillo de Buitrago.
No solo eso. Además, Enrique IV, presionado por un sector de la nobleza castellana, desheredó a su hermana Isabel (la futura Isabel la Católica) y nombró sucesora al trono a su hija Juana, la llamada peyorativamente la Beltraneja. Con esta decisión, Enrique IV dejaba sin vigor lo pactado dos años antes en los Toros de Guisando. Luego, como saben, se volvería a dar la vuelta al calcetín.
Tercio de Santiago (por Andrés Campos)
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