Hoy hemos dedicado el día a pasear por Galway, capital del condado que lleva su nombre y que con sus 80.000 habitantes es la cuarta ciudad de la isla de Irlanda por población, tras Dublin, Belfast y Cork.
Llegué aquí esta misma mañana, en tren desde Limerick. Al haber sido el primero en llegar, me acerco hasta la estación de autobuses a esperar a los muchachos, que vienen de Dublín con Citylink. Es lo menos que puedo hacer. Los muchachos se merecen una recepción con todos los honores.
Llegué aquí esta misma mañana, en tren desde Limerick. Al haber sido el primero en llegar, me acerco hasta la estación de autobuses a esperar a los muchachos, que vienen de Dublín con Citylink. Es lo menos que puedo hacer. Los muchachos se merecen una recepción con todos los honores.
Desde la estación de autobuses bajamos a la conocida por los lugareños como Eyre Square, una plaza semipeatonal cuya denominación oficial es Kennedy Park, en honor a John F. Kennedy, el presidente estadounidense que tenía antepasados irlandeses y que visitó Galway en 1963. Este gran espacio ajardinado, de forma cuadrangular, es el corazón de Galway. Uno de sus lados está ocupado casi
completamente por el Hotel Meyrick (antiguo Great Southern Hotel), un edificio
victoriano de caliza gris. A esta hora del mediodía hay mucha gente sentada en los bancos y en el césped, disfrutando del sol y el buen tiempo, pese a que es lunes.
Tras atravesar Eyre Square de punta a punta, nos encaminamos al Savoy Hostel, nuestro alojamiento, que está a dos pasos. Vamos a hacer aquí una sola noche. Mañana tenemos previsto recoger nuestro coche de alquiler y poner rumbo a Clifden, en Connemara. Fue dejar nuestros bártulos en las habitaciones e irnos rápidamente a comer a un local de comida rápida, en el que creo me pedí un wrap de esos, relleno de quién sabe qué.
Tras atravesar Eyre Square de punta a punta, nos encaminamos al Savoy Hostel, nuestro alojamiento, que está a dos pasos. Vamos a hacer aquí una sola noche. Mañana tenemos previsto recoger nuestro coche de alquiler y poner rumbo a Clifden, en Connemara. Fue dejar nuestros bártulos en las habitaciones e irnos rápidamente a comer a un local de comida rápida, en el que creo me pedí un wrap de esos, relleno de quién sabe qué.
Comenzamos nuestro paseo tomando William Street, una calle peatonal muy animada, en la que nos topamos con dos escritores hermanados, el irlandés Oscar Wilde y el estonio Eduard Vilde. Se ha nublado un poco y se escapan algunas gotas de lluvia y es que raro es aquí el día en que no llueve en algún momento.
Ana, Wilde y Vilde
William Street enlaza con Shop Street, en la que se encuentra Lynch Castle, un palacio urbano que se
construyó en el siglo XIV y que perteneció al clan de los Lynch, aunque en la actualidad se haya transformado en sucursal del AIB Bank.
Son los Lynch una ilustre familia de Galway, que hizo fortuna con el comercio. En su momento fueron el clan más poderoso de los 14 que integraban el consejo de gobierno de la ciudad. Como curiosidad, se cuenta que el Che Guevara descendía de ellos por parte de una de sus ramas familiares.
Son los Lynch una ilustre familia de Galway, que hizo fortuna con el comercio. En su momento fueron el clan más poderoso de los 14 que integraban el consejo de gobierno de la ciudad. Como curiosidad, se cuenta que el Che Guevara descendía de ellos por parte de una de sus ramas familiares.
Lynch Castle
Tras entrar brevemente en la iglesia de San Nicolás de Myra, fundada en el siglo XIV en el lugar antes ocupado por una capilla normanda, pasamos junto a la casa natal de Nora Barnacle, la esposa de James Joyce, que era hija de un panadero y
de una modista. Es una casa humilde, con puerta pintada de azul, dos habitaciones y un patio. Funciona
como museo en el que se exponen fotografías y correspondencia de la pareja, aunque a esta hora nos la encontramos cerrada.
Nora Barnacle's House
Estamos en una ciudad histórica, que en los siglos XVI y XVII desarrolló un próspero comercio con Portugal y España, exportándose pescado a cambio de vino, sal y especias. Por aquel entonces Galway llegó incluso a competir con el puerto de Londres por la supremacía del comercio marítimo en las Islas Británicas.
Galway se encuentra a orillas del río Corrib, que al parecer es rico en salmón. Cruzando el río por el puente de Salmon Weir nos acercamos a la Catedral. Desde el puente se divisa aguas arriba el muro de una gran presa. Dicen que en
mayo y junio pueden verse aquí a los salmones lanzándose río arriba para desovar.
Río Corrib y un pescador echando su caña
Al otro lado del río, como hemos dicho, se alza la Catedral, un edificio muy reciente, que combina varios estilos arquitectónicos y que terminó de construir en los sesenta. Impresionan sus altísimas bóvedas y su cúpula central de 43
metros de altura. Aprovechando su magnífica acústica, suelen organizarse frecuentes conciertos de órgano. En una de sus capillas, decorada con mosaicos, llama la atención un medallón con la efigie de JFK.
Catedral
A la derecha, el medallón de JFK
Un paseo marítimo de varios kilómetros de longitud, el Prom, une Galway con el barrio residencial y turístico de Salthill, que se extiende a orillas del mar, al otro lado del río Corrib. El cielo ha vuelto a despejarse y nos ha quedado una tarde espléndida.
De vuelta a Galway las casas con fachadas multicolores que se extienden a lo largo de The Long Walk componen una de las estampas más típicas de la ciudad. Una estampa muy nórdica.
Es la hora del atardecer. Cruzado el puente de Wolfe Tone y pasado el Spanish Arch, que según los expertos formaba parte de las murallas medievales de Galway, nos sentamos en el muelle. El sol nos acaricia. Adquirimos de pronto conciencia de estar de vacaciones y de haber entrado en esa dimensión en que el tiempo fluye lentamente. Hay que paladear cada instante lentamente como haríamos con una pinta de Guinness coronada de espuma.
Santa Pinta de Guinness, concédenos el placer de caer en la tentación
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