La ruta de hoy nos ha deparado varias sorpresas, un feliz e inesperado encuentro y alguna que otra descarga de adrenalina, todo ello aderezado de sol y de suaves temperaturas.
Después de tomar un café en el bar La Charca Verde, los allí congregados echamos a andar y salimos de Manzanares cruzando el puente sobre el río, dejando a mano derecha el desvío a El Tranco y pasando junto a las ruinas del Castillo Viejo. Pronto vemos las flechas amarillas del Camino de Santiago y las marcas blancas y rojas del GR-10, que van a guiarnos en la primera parte de esta ruta.
Llegando a la barrera que da entrada a La Pedriza tenemos una aparición en forma de ciclista con maillot fosforito. Una aparición que nos llena de dicha, todo sea dicho. A partir de aquí, continuaremos por una ancha pista de tierra, bastante transitada, en la que nos vamos a cruzar con varios senderistas y bicicleteros.
Una aparición en bici
Tras rebasar el collado de la Jarosa, perdemos ligeramente altura por terreno arenoso y llegamos a la ermita de San Isidro, en el término de El Boalo, junto a la que hay un aparcamiento para coches. Ha llegado el momento de abandonar tanto el Camino de Santiago como las marcas del GR-10.
Ermita de San Isidro
El ideólogo de esta ruta
Toca ahora enfrentarnos a una empinada subida hacia la pared meridional de la Peña del Mediodía, siguiendo la conocida como Senda de las Cabras, que se balizó con hitos en 2005. Tras un largo zigzag alcanzamos un hombro formado por varios grandes bloques de granito, al pie de la Peña del Mediodía, en el que crecen algunas retorcidas encinas. Hacemos un flanqueo hacia levante, destrepamos por una pedregosa repisa y giramos a la izquierda para subir por una canal con fuerte pendiente, que nos sitúa al pie de varios bloques de piedra. Esto exige una delicada trepada, que logramos superar con cierta seguridad gracias a dos cortos tramos, casi consecutivos, equipados con clavijas. Una miniferrata que nos provoca una fuerte descarga de adrenalina. Juas.
Nos hemos encaramado hasta el cordal de los Porrones, dejando ligeramente a nuestra izquierda la Peña del Mediodía y la Torreta de los Porrones (o Peña del Águila). Se amplía la vista. Contemplamos ahora el caos rocoso de La Pedriza prácticamente en su integridad, el Yelmo, las Torres, las Milaneras, buena parte de la Cuerda Larga y toda la órdiga. El día no deja de sorprendernos.
Perdemos altura hasta salir a una pista de gravilla, cerrada al tráfico de vehículos, que tomamos hacia la derecha. En una curva de la misma, enlazamos con el PR-M-16 (marcas blancas y amarillas), y torcemos por él hacia la derecha, en dirección al collado del Terrizo. A continuación, ganamos un poco de altura para pasar por los picos de la Higuera. Debe ser ésta una zona bastante apta para hacer boulder, pues vemos a un par de escaladores que llevan una gruesa colchoneta a la espalda. Al ser casi las dos y media, decidimos que es ya hora de comer y nos sentamos en unas rocas al sol. No puede haber sitio mejor.
Collado del Terrizo
Después de un rato de reposo, reanudamos la marcha y bajamos hasta el collado de Quebrantaherraduras para acto seguido iniciar el ascenso al cerro de La Camorza, en cuya cumbre hay una caseta de vigilancia de incendios que están rehabilitando. Un letrero impide el paso a toda persona ajena a la obra, pero no es el caso, pues todos nosotros militamos en el Opus, como es público y notorio.
Prohibido el paso a los ajenos al Opus
Tras deleitarnos con las vistas de Manzanares y del castillo de los Mendoza, perdemos altura en dirección a la Garganta Camorza. En algún momento perdemos el sendero, pero la bajada por el pinar no ofrece grandes dificultades. A la atura del Tranco, torcemos a la derecha y, sin cruzar el río Manzanares, nos dirigimos hacia la ermita de Peña Sacra, que fue construida en el siglo XV sobre el peñasco del mismo nombre. La bajada desde aquí a Manzanares, donde concluimos la ruta, es más que evidente. En total, hemos hecho unos 14 kilómetros, con algo más de 700 metros de desnivel.
Ermita de Peña Sacra
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