Algo más de hace un año ya habíamos hecho esta misma ruta. Y hoy la hemos vuelto a repetir. Porque la subida a Siete Picos por el Collado Albo en verdad lo merece. Y además hemos contado con el aliciente de la nieve por encima de 1.600-1.700 metros, lo que nos ha deparado algunas imágenes insólitas de gran belleza.
Superado el risco de la Pimpolla Negra (1.788 m.), alcanzamos la Senda Herreros y la atravesamos para proseguir nuestro ascenso por el pinar de forma muy directa. Al salir a terreno algo más despejado, divisamos a escasa distancia el mogote cimero del Séptimo Pico (2.138 m.), que es el más alto de todos ellos.
A partir de aquí caminamos por lo alto del cordal, dejando a un lado el resto de los picos. El día se mantiene algo encapotado. Apenas ha lucido el sol entre las nubes y por ello la nieve está algo dura. En algún momento se echan de menos los crampones para pisar con más seguridad.
Iniciamos el descenso por el sendero balizado que arranca entre el Tercer y el Segundo Pico. Perdemos altura hasta alcanzar la pradera de Majalasna, donde nos sentamos a comer sobre unas rocas, pasadas ya las tres de la tarde.
Reanudamos la marcha y descendemos hasta la pradera de Navarrulaque, un cruce de caminos en el que hemos de tomar la vereda de las Encinillas, señalizada con marcas de GR, para hacer el último tramo de bajada hasta Camorritos.
En total hemos hecho unos 12,5 kilómetros, con unos 850 metros de desnivel. Aquellos que no conocían esta original forma de ascender a Siete Picos quedaron muy contentos. O al menos eso decían al concluir la ruta.
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